
A mi me encanta comer, aunque como todo el mundo no puedo hacer excesos ya que el picante me sienta como una patada en el mismísimo ojo de Sauron. El único picante que mi cuerpo tolera es el del all-i-oli, siempre y cuando no tenga 8 cabezas de ajos como puños.
Pese a todo y siendo un gran comensal, complacerme es tarea fácil puesto que mi escala de sabores consta solo de 3 peldaños. Mi paladar no distingue mas que 3 sabores, que se separan en bueno, malo y “no sabe a nada”. Un plato de patatas fritas estaría en la escala de bueno. Me podría pasar la vida comiendo patatas, fritas, cocidas o al horno, me da lo mismo. En la parte contraria de mi escala de valores gustativos tendríamos el pescado, manjar que odio, salvo alguna excepción como puede ser el rape y el marisco (teóricamente no es pescado, pero algunos lo engloban en el mismo grupo). Pero no es una exageración ni una simple manía, no no, el olor no me desagrada (fui pescadero en mi juventud), es su gusto y textura que hace que se me encoja el esfínter y se me pongan los pelos como escarpias. A ese sabor desagradable se le une el echo de que tiene espinas por todas partes y no como a gusto sabiendo que en cualquier momento una de ellas se puede clavar en mi paladar y hacérmelas pasar putas. Y creerme cuando os digo que encuentro espinas hasta en las varitas pescanova de esas rebozadas para niños, las que teóricamente son sin espinas.
En la escala de “no sabe a nada” tengo por ejemplo el pan o los guisantes. El pan solo lo uso para acompañar o para recoger salsas que sin el sería imposible obtener, pero no soy de esos que se comen el pan a bocados cuando vienen de

Mi paladar es tan maravilloso que puedo comerme una caña de crema, y si no veo la crema podría pensar que es de chocolate. Sin una diferencia muy grande en la textura, el sabor prácticamente no lo distingo.
Y a vosotros, ¿que tal se os dan los sabores?